LAS DROGAS QUE MAS FASCINAN al hombre, las que le inspiran la poesía o lo orillan al crimen, son aquellas que afectan al cerebro y la espina dorsal en los que descansa. Esos órganos componen el sistema nervioso central (SNC), el centro de control no sólo del cuerpo en sí, sino también de las sensaciones, la emoción, el pensamiento y todo lo que llamamos mente.

                                  Las drogas que obran sobre este centro son tan diversas en sus acciones como la misma mente. Alegran, deprimen, excitan, adormecen; calman las locuras de la esquizofrenia; aplacan los dolores del cáncer; embotan el pensamiento y la sensación o los deforman en visiones extáticas o terribles, Incluyen algunas de las drogas más comunes, como por ejemplo, el alcohol, la cafeína y la nicotina, algunas de las más útiles, digamos el éter y la procaína, y algunas de las más peligrosas, el PCP y la heroína.

                                 A lo largo de la historia, las drogas del SNC han sido las de más influjo en las sociedad en general y las más perturbadoras. Todas ellas tienen la virtud de alterar en grado mayor o menor la percepción del hombre de sí mismo y del mundo que lo rodea. El que limen el áspero contacto entre el hombre y la realidad hecho de ellas artículos codiciadísimos y de uso muy extendido. En compañía de los antiguos mercaderes iba el vino, con el que penetró la civiliación mediterránea en las tierras bárbaras del norte y oeste de Europa; mucho después, un torrente de whisky barato y malo ayudó a abrir la frontera norteamericana y a apartar a los indios de sus tierras. El comercio del tabaco creó las primeras grandes fortunas norteamericanas; al comercio del té espoleó a los clípers de blanco velamen a doblar el Cabo de Hornos. hoy día, el tráfico ilícito de los narcóticos es quizá el negocio más lucrativo del bajo mundo.

                                 El amplio uso y abuso de las drogas del SNC las ha entrelazado con la religión y la superstición. Los cultos religiosos las han aclamado como dones de los dioses y hasta como medios para la iluminación mística; otros cultos las han atacado, con no menos fuerza, diciendo que son instrumentos del demonio. Por desgracia, estas pasiones y contrapasiones no han contribuido en nada a la comprensión racional de las drogas, y ciertamente, en ocasiones han estorbado su estudio científico, lo cual es una lástima, porque sólo la clara y desapasionada comprensión de su importancia médica- y extramédica- podrá llevarnos a un uso inteligente de ellas y a acabar con su abuso.